La escripofilia sugiere cosas espantosas, perversiones indecibles, enfermedades inconfesables. A tal punto que algunos escripofílicos practicantes desconocen o niegan su condición. El significado del término, sin embargo, es mucho más angelical: alude a la afición de coleccionar bonos y acciones antiguas y es considerada vital para la preservación de la historia de los mercados y de las empresas. Los comercios especializados describen a la escripofilia local como un negocio limitado, incipiente y mucho más informal que otras ramas del coleccionismo tradicional, como la numismática y la filatelia, pero que cotiza en alza.
Hobbistas y aficionados a recolectar objetos subrayan que coleccionar acciones, títulos y bonos antiguos es un nuevo campo de la numismática. “El precio de cada papel depende de distintos factores: rareza, cantidad, la empresa y el período en que se emitió, entre otros”, explica Antonio Miguel López, empresario textil y coleccionista de objetos históricos y sellos fiscales. Conocedor del negocio de antigüedades, López afirma que tiene “unos 2 millones de acciones y bonos”, que vende principalmente por Internet. “Por eBay se consiguen. La mayoría son muy baratos, pero por algunos se llega a pedir más de US$10.000”, dice.
Gran parte de los comerciantes del rubro enfocados en las estampillas, billetes y monedas coinciden en que las transacciones de títulos y acciones no es lo suyo, pero que están al tanto del asunto. “Tengo algunos Patacones, Lecor, entre otras, porque tienen que ver con las monedas, pero nada más”, señaló uno de ellos. Más por intuición que por conocimiento cierto, están los que aconsejan que es posible encontrar papeles y bonos vencidos en casas de antigüedades, mercados de pulgas y en la feria de San Telmo.
“Es cierto que no hay un mercado establecido ni tan fluido como el de la filatelia y la numismática, pero soy coleccionista de bonos y acciones de toda la vida”, introduce Héctor Bruno, jefe del área financiera de La Segunda, una compañía aseguradora con sede en Rosario. En la Argentina, según Bruno, las transacciones son de muy bajo perfil y no hay reglas fijas para valorar los papeles. “A nivel internacional, la escripofilia tiene mucha más historia y volumen. En la Argentina, los precios van desde $100 a $1.000”, estimó el entendido.
Pero por mucho menos que eso se puede iniciar una colección, según lo que se puede observar en Mercado Libre, la plataforma de subastas online. Allí, gran parte de las acciones y bonos cuestan menos de $50. Pero hay otras, de orígenes tan diversos como EE.UU., Inglaterra y Cuba, por las que se piden hasta $7.500. Uno de las más célebres y recordados bonos en la Argentina, el “Empréstito de Recuperación Nacional 9 de julio”, que lanzó Alvaro Alsogaray en 1962, se venden entre $750 y $1.000. Sin embargo, López asegura que esos valores son exagerados. “No valen casi nada, están por todos lados”, opinó el coleccionista (ver recuadro).
La numismática y la filatelia, por mencionar las aficiones más comunes y difundidas, cuentan con diversos catálogos, una referencia crucial para orientar los precios. La escripofilia, dicen los expertos, surgió con fuerza en los 70, en los Estados Unidos, para posteriormente expandirse por Europa. López, por caso, remarca que los principales compradores de bonos y acciones argentinas son turistas extranjeros. “La escripofilia está consolidada en Francia, Inglaterra y los EE.UU.”, agrega Bruno.
De este modo, los certificados financieros adquieren otro valor, más allá de su vida útil. Son parte del patrimonio histórico y cultural de las economías de los países y de las empresas. Pero además está el costado artístico y su valor decorativo, apunta López. “Hay títulos muy lindos, con bordes, fileteados y dibujos extraordinarios”, completa.
En este sentido, Bruno señala que gran parte de su colección la tiene enmarcada en su despacho, a la vista de todo el mundo. Ante tanta variedad y cantidad, la escripofilia tiene sus temáticas: ferrocarriles, barcos, obras públicas y petroleras, por ejemplo, son las más populares. Los hobbistas ya tienen su propia bolsa de valores.
Valores y bonos emblemáticos
Como las estampillas, las monedas y los billetes, los bonos y las acciones son testigos del pasado. En el mercado dicen que algunas piezas son muy buscadas, como el célebre “Empréstito de Recuperación Nacional 9 de julio”, emitido por el entonces ministro de Economía Alvaro Alsogaray, en 1962, cuyos fondos se usaron para pagar sueldos estatales y jubilaciones. En Internet, sin criterio conocido, se llegan a pedir hasta $1.000 por uno de estos títulos, pero hay expertos que consideran muy exagerado el precio. Las acciones más antiguas, mejor conservadas y que corresponden a empresas muy reconocidas, como Coca-Cola, Disney o IBM, son las que mejor cotizan. Los aficionados a la escripofilia tratan de hacer focos temáticos: petroleras, bancos, obras públicas, por ejemplo. Un sitio de referencia es Mercado Libre, el sitio de subastas. Allí se ofrecen, entre muchas otras, títulos ingleses de Lacroze Tranvías de 1913 por $499. Una acción fundadora del Club Mar del Plata, de 1909, por $7.500. Y bonos cubanos, de 1902 y 1915, entre $1.500 y $2.000. Sin embargo, la mayoría de las piezas no superan los $100. Los que conocen aseguran que el precio final se negocia muy por debajo.
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